Podemos considerar al estrés como el proceso que se pone en marcha cuando una persona percibe una situación o acontecimiento como amenazante. A menudo los hechos que lo suelen poner en marcha son aquellos que están relacionados con los cambios que sacan al individuo de su zona de confort
Sentir un mínimo de estrés es saludable en nuestra vida. El estrés sano es aquel que nos ayuda a hacer frente a un desafío en un momento concreto. Es aquella fuerza que proporciona la activación psicofisiológica que surge al encontrarnos ante situaciones que demandan nuestro esfuerzo.
El estrés insano, en cambio, es cuando nos intoxicamos de la incertidumbre, de la tensión constante y no somos capaces de salir de ahí. Es importante darse cuenta y saber detectar cuando este estado de nerviosismo interno se repite con demasiada frecuencia e intensidad poniendo en peligro el bienestar y la salud.
El estrés puede llegar a ser un problema grave si interpretamos nuestro mundo constantemente en riesgo y alertamos continuamente al cuerpo de que hay peligros. Si percibimos las tareas de nuestro día a día , a menudo, como peligros amenazantes, estaremos generando un exceso de adrenalina y cortisol. Gastaremos una cantidad de energía insostenible para la salud de nuestro organismo. Estando en continua alerta y miedo, provocaremos que nuestro organismo y nuestra mente se agote.
Dependiendo el tipo y la intensidad del estrés que suframos, tendremos unos síntomas u otros. Los más comunes, a nivel psicológico y emocional suelen ser disminución de la memoria y la concentración, crisis de pánico o angustia, insomnio, falta de concentración e irascibilidad. Pero, también podemos sufrir síntomas fisiológicos, los más comunes pueden ser la hipertensión arterial, la disfunción sexual, la frecuencia cardíaca irregular, la sudoración excesiva, los dolores de cabeza, el bruxismo, los temblores, la sequedad en la boca, la tensión muscular, los sarpullidos, la fatiga, las alteraciones digestivas y la respiración rápida, entre mucho otros síntomas.
El tratamiento psicológico está totalmente enfocado a proporcionar a la persona que padece estrés, los recursos tanto psico-emocionales como físicos, necesarios para prevenir y combatir el estrés.
A continuación, toma nota de 5 consejos prácticos que puedes emplear para reducir el estrés:
1. Practica la respiración profunda abdominal o cualquier otra técnica de respiración que te sirva. Si no conoces ninguna y detectas que estas respirando de manera corta, torácica y superficial, siéntate cómodamente o túmbate y logra una posición lo más confortable posible. Pon una mano en la parte superior de tu pecho y la otra en el vientre, debajo de la caja torácica. Inhala suavemente a través de la nariz hasta que sientas que tu vientre empieza a inflarse. Trata de asegurarte que tu pecho permanece más quieto y es tu abdomen quien trabaja . Cuando tu vientre esté lleno de todo el aire que puedas contener cómodamente, empieza a contraer los músculos del estómago. Esto empujará lentamente el aire del diafragma y lo expulsará de tus pulmones. Debes notar como tu abdomen se expande al inspirar y como se contrae al expirar.
2. Práctica ejercicios de visualización guiada o meditación. Todos los ejercicios de respiración guiada o de meditación ayudan a prestar atención al momento presente y a tu cuerpo, proporcionando calma y bienestar. Uno sencillo es cerrar los ojos y tratar de pensar en un lugar seguro que te inspire paz y
calma. Puede ser una playa, un bosque… deja volar tu imaginación y transpórtate a ese lugar tranquilo y agradable.
3. Usa el patrón de respiración de 6 a 10 para dejar de hiperventilar o de respirar superficialmente. La respiración demasiado rápida o la hiperventilación, algunas veces se puede parecer mucho a respirar poco. Ambas condiciones están asociadas con los trastornos de pánico o las fobias. Para calmarte, trata de volver a una respiración que tenga un índice de velocidad saludable usando el patrón de respiración de 6 a 10. Cierra los ojos e inhala por la nariz contando hasta 6. Haz una pausa, luego exhala contando hasta 10. Haz una pausa al final de la respiración y repite el ejercicio.
4. El pensamiento de reemplazo. Detén el pensamiento negativo que estés teniendo en un momento de estrés. Si notas que te estás enviando mensajes del tipo “no llegaré a tiempo, “ no sabré hacerlo, “ no me saldrá bien, etc.” utiliza la técnica del Stop. Reemplaza estos tipos de pensamiento por otros más nutricios y positivos. “confío en mi” “, puedo hacerlo”, “todo saldrá bien”.
5. Practica ejercicio físico, come saludable y descansa suficiente. El ejercicio libera endorfinas, que son responsables del aumento de la capacidad de la mente para elevar el estado de ánimo y sentirse bien, y que el descansar y comer de manera saludable beneficia nuestro estado mental, físico y emocional. El ejercicio que te recomiendo no es el de realizar actividades de cardio, tonificación o fuerza intensa todos los días. Te recomiendo algo más suave, que tu cuerpo tolere. Se trata de poder estar activos. Actividades como caminar durante 30 minutos , una o dos veces al día. También puedes montar en bicicleta, nadar, o realizar algún deporte que te guste, o clases de yoga o pilates. Cuanto más te actives, mejor te sentirás.