Una extraña sensación invade mi ser. Una inquieta tranquilidad. Una especie de latido intenso. Una falta de aliento… Y algo me dice que no estoy en lo cierto, son imágenes que inventa mi mente. Miedos irreales, seguramente sin fundamento.
Estoy sola, en mi habitación. Veo sombras. Fantasmas del pasado, del presente y del futuro. Predicción, preocupación. Mi cuerpo se carga de adrenalina innecesaria. Derrocho energía. No es un miedo que protege, es un miedo que limita. No es un peligro real, es un trance imaginario. Enemigo, desadaptado. No vengas si no te llamo. No vengas si vas a mentirme. No necesito luchar ni huir, ni percibir el mundo que me rodea como algo amenazante.
Busco algún que otro recurso distractor para no ser agredida. Lo que quiero es estar en harmonía conmigo misma. Sentir aquello que llaman calma. Algo que llaman vida. El riesgo no está fuera, pero mi miedo si está dentro.
La vida está llena de peligros, lo sé. Y allá donde vaya puedo verlos. Pero prefiero vendarme. No quiero sentirlos antes de vivirlos. Pues de igual forma, no voy a librarme de ellos.
No quiero ocupar mi lugar en un presente incierto. Deseo hacer uso inteligente del miedo que me permite la vida y no del que poco a poco, me lleva a la muerte.